LA PASTO VERDE
Aguada, de los recuerdos lejanos
tapera de un dulce ayer,
tiempo de La Pasto Verde
zamba del coraje hecho mujer.
Brava gaucha en los fortines sureños
bella flor del jarillal,
mil soldados te quisieron
pero la tierra te quiso más
(Estribillo)
Sobre la reja,
entre las piedras
donde duerme tu voz,
mi guitarra lloró,
sola este zambita por las noches
quiere darte luz,
porque le duele que digan
que el criollo neuquino te olvidó.
Quién te llamó Pasto Verde, fresquita
tal vez tu aroma sintió,
poema de los desiertos
versos de un coplero que pasó.
Tal vez hablen de tus años de moza
la aguada, el grillo, el zampa,
años de lanza y romance
sangre que secó el viento al pasar.
(Versión original, Letra de Marcelo Berbel)
“Las mujeres, lejos de ser un embarazo en las campañas, eran por el contrario, el auxilio más poderoso para el mantenimiento, la disciplina y el servicio de la montonera.
Su inteligencia, su sufrimiento y su adhesión, sirvieron para mantener fiel al soldado, que pudiendo desertar no lo hacía, porque tenía en el campo todo lo que amaba”. (Domingo F. Sarmiento).
La Pasto Verde fue una heroica mujer que participó en la campaña de la Conquista del Desierto, ocurrida entre los años 1878 y 1880.
Esta campaña se realizó para consolidar el dominio de los territorios conquistados y para llevar la “civilización” hasta sus fronteras conocidas.
En 1820 los blancos poseían 40.000 kilómetros cuadrados y ese avance fue posible merced a los arreglos que se hacían con algunos caciques, que accedían a ceder parte de sus tierras con la esperanza de que los blancos cumplieran las promesas que ese intercambio implicaba.
Ese año también marcó el comienzo de la guerra contra los indios, debido al incumplimiento de los pactos. A los malones indios, el hombre blanco respondía con sus fuerzas regulares, provocando víctimas en ambos bandos.
Con el correr de los años, para acelerar este proceso de conquista, el Estado resolvió recompensar a las avanzadas que combatían a los indios sin una sincronización especial, que consistía en la cesión de tierras. Esto ocurrió durante muchos años y las tierras regaladas llegaban por su volumen a los lejanos confines de la Patagonia, pero no se terminaba con el problema indígena.
Ante tal circunstancia, la República Argentina, así llamada por la Constitución Nacional de 1856, ante del azote de los malones que en 1870 llegaron hasta Chascomús, a 120 km de la ciudad de Buenos Aires, considera la posibilidad de una campaña más efectiva sobre los indígenas y que permita conquistar las tierras al sur de la línea de fortines radicados a 300 km de Buenos Aires y que unían a ésta con las ciudades de Rio Cuarto en la provincia de Córdoba, el sur de la provincia de San Luis y la ciudad de San Rafael en la provincia de Mendoza. Todo el territorio que quedaba al sur de esa línea imaginaria hasta Tierra del Fuego, fue denominado “el desierto”.
En enero de 1878, en el transcurso de la presidencia de Nicolás Avellaneda, el General Julio Argentino Roca es designado Ministro de Guerra, quien tenía un plan militar y político para mover la línea de frontera y concluir con el problema de los indios, no solo en el sur, sino también en las comarcas chaqueñas, lindantes con el río Paraguay y Paraná.
El plan debía contar con el apoyo de la ciudadanía y del Congreso. Se trataba de que los legisladores sancionaran una ley autorizando la inversión necesaria para llevar la frontera hasta los ríos Negro y Neuquén, cumpliendo con la Ley 215, sancionada en la presidencia de Sarmiento, que fijaba allí la nueva frontera, con el menor costo posible de dinero, materiales y hombres y que finalmente el Congreso Nacional aprobaría como Ley 947.
Comenzaba así la tristemente célebre “conquista del desierto”. La agrupación militar estaba constituida por 6000 soldados, a los que se agregaron 800 indios amigos, 7000 caballos, ganado vacuno y bueyes.
El Gral. Roca al frente de la tropa
Se transcribe un párrafo del informe oficial de la Comisión Científica, agregada al Estado Mayor General de la Expedición al Río Negro (Patagonia) realizada en los meses de Abril, Mayo y Junio de 1879, bajo las órdenes del General Julio A. Roca (Buenos Aires, 1881).
“Pero se debe considerar, por una parte, que los esfuerzos que habría que hacer para transformar estos campos en valiosos elementos de riqueza y de progreso, no están fuera de proporción con las aspiraciones de una raza joven y emprendedora; por otra parte, que la superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los horizontes del porvenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas. Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril que las ocupaba."
Tehuelches
La estrategia militar se basó en el avance de cuatro columnas:
1) Salió de Carhue (Prov. Bs. As), al mando del Gral. Roca.
2) Desde Bahía Blanca (Prov. Bs. As), al mando de Levalle.
3) Desde Villa Mercedes, (Prov. San Luis) al mando de Racedo.
4) Desde el sur de la provincia de Mendoza, al mando de Napoleón Uriburu.
Estas columnas llegarían todas juntas el 25 de Mayo de 1879 a la isla de Choele Choel, en el Río Negro, demoliendo a su paso todo rastro de indios en una acción conjunta de pinzas.
En ésta última columna, se hallaba un soldado de origen chileno, de apellido Campos qué, como tantos otros miles más, era acompañado por su esposa.
Ella se llamaba Carmen Funes y nunca nadie supo si se lo había pedido, o si por su propia voluntad había salido de su rancho para seguir a su marido. Lo cierto es que estaba en el cuartel del Coronel Napoleón Uriburu, esperando órdenes junto a otras mujeres.La vida en el cuartel tenía sus normas que no eran nada fáciles para Carmen Funes de Campos -“La pasto verde”, que era una mujer muy hermosa y que pese a sus veinte años, se la veía siempre decidida y emprendedora, realizando por igual cualquier tarea. Ya sea limpiando cacerolas o cuidando de algún soldado enfermo o herido.Su apodo, es en realidad un halagador cumplido y bastante excepcional. Las mujeres que acompañaban a las tropas recibían apodos, siempre ingeniosos pero generalmente despectivos. La Pasto Verde, posee una connotación fuertemente placentera. A los ojos de un paisano de aquellos tiempos y lugares, es todo un homenaje admirado, desde la mentalidad de un criollo que siempre tiene conciencia de la escasez de comida fresca y agua para sí y para los animales.
Su marido vivía encandilado por ella. La veía alentar a las demás mujeres, juguetear con los chiquillos, dar una mano en donde sea necesario, siempre sonriendo. Ella era la luz y la alegría del cuartel. Incluso, había cantores que le dedicaban algunas décimas.
Esta columna militar arrancó con un mes de retraso y no pudo unirse a la del Gral. Roca como estaba previsto, pero cumplió satisfactoriamente su misión. Fue la que tuvo el trabajo más duro; recorrió más de 500 kilómetros de montaña soportando fríos de 12° bajo cero y se enfrentó a grupos de indios armados con carabinas Remington provistos por los chilenos que les compraban las vacas robadas en las estancias argentinas.
Esta división fundó un fortín en el punto que hoy es el pueblo de Chos Malal y a su cargo estuvo la eliminación del cacique Baigorria. (Félix Luna, 1995).
Indio Ranquel
La travesía fue difícil, las mujeres agolpadas a continuación de los soldados, arreaban las caballadas o cuidaban sus míseras pertenencias sobre los sufridos lomos de las resignadas yeguas. Las raciones eran mínimas, el agua escaseaba. Ni hablar de una mínima protección contra los rayos del sol, la inclemencia de las lluvias o el azote de los vientos. La tropa femenina marchaba resignada a su destino, sin la menor flaqueza ni de fatiga. Más aún, en ocasiones, algunas notas de melodías populares se dejaban oír como ráfagas de alegría, mientras los cacharros colgados en los flancos de las cabalgaduras parecían acompañar con el rítmico tintineo los distintos compases. (Félix Luna, 1995),
Cuando alguien habla de heroísmo y valentía, por lo general los asocia a genuinos atributos masculinos. Los hombres son heroicos y son valientes, suena como una verdad de siglos, pero, ocurre que en el terreno de las mujeres habría que agregar otros elementos, propios de los grandes y pequeños íntimos problemas, que dan a ese heroísmo y a esa valentía matices muy distintos y una dimensión más profunda.
Esa es la valentía de otro tipo que se agrega a la general. No hubo calmantes para los tradicionales dolores de panza, ni elementos de higiene para hacer más llevaderas las circunstancias. Tampoco hubo días elegidos para las marchas, ni descansos especiales previamente estipulados
Con sus problemas eminentemente personales, con sus contratiempos que no se tomaban en cuenta, y que ni siquiera trascendieron jamás, las mujeres siguieron sin desmayos en la retaguardia de las tropas. (Vera Pichel, 1994)
La columna de Napoleón Uriburu llegó a tierras del Neuquén. Participó de la operación planificada y tomó parte en lo que le fuera asignado en su momento. Cuando la campaña llegó a su fin, no todas las tropas llegadas de Mendoza volvieron a su destino habitual. Parte quedó desperdigada por la nueva tierra en procura de nuevos horizontes,... y no regresó.
La Pasto Verde integró este último grupo. No quiso hacer el difícil camino de regreso y buscó algo que la atara siquiera al desierto. Anduvo y anduvo y de pronto descubrió una acequia. Fue para ella algo así como una premonición, porque allí resolvió quedarse. (Acta - Congressus Historiae Pharmaciae 2001)
LA PASTO VERDE (Foto: J. González)
Se instaló muy cerca de esa fuente de agua con un ranchito de adobe y techo de ramas, que podía equivaler a una posta en el largo camino que llevaba de Neuquén a Zapala, que servía de descanso para los viajeros que hacían esa larga ruta y se encontraban necesitados de descanso y abrigo de los fríos patagónicos.
La Pasto Verde volvió a ser Carmen Funes de Campos, o Doña Carmen, como se la llamaba en esa etapa de su vida. Mantenía aún sus hermosas facciones, el cutis blanco y los cabellos oscuros. Servicial y previsora, se proveía de todo cuanto podía necesitar el viajero que golpeaba su puerta y en ese humilde ranchito de adobe había alojamiento y comida, y era gratis para quien no tuviera como pagarlo.
De buena estatura, más que mediana, aparentaba esa fortaleza que bien concordaba con la actividad que desplegaba. Armoniosamente formada, atractiva y muy dulce en su trato era generosa, hospitalaria y llena de bondad. Con todos era cordial, alegre y dicharachera. Muy femenina, le desagradaban las palabras groseras. Fue una verdadera samaritana del desierto.
Tenía un corral con cabras para la provisión de carne a los viajeros y en el rancho disponía de dos o tres camas, las que eran ofrecidas a quienes necesitaban pasar la noche allí. Las maestras que viajaban a su destino, en Zapala, eran sus más asiduas clientas. También tenía unos caballos, casi siempre para auxilio de los viajeros.
Alguna vez habló de su juventud. Recordó su apodo, las trágicas marchas, los altibajos de la vida en el cuartel, pero todo quedó allí, sin ningún comentario adverso. De esta manera enfrentaba los comentarios tan descalificantes y equivocados de la imagen relacionada con la conducta de las mujeres a quienes se motejó de milicas o cuarteleras, y a las que se ubicó en un marco de dudosa moral. (Vera Pichel, 1994)
Una síntesis del pensamiento de quienes la conocieron y estimaron durante esos años la dio el escritor y académico de la Historia, por Neuquén, don Félix San Martín, quien en su libro Neuquén, aparecido en 1919, le dedicó el siguiente recuerdo:
“En los últimos años estuvo allí, por la Aguada, una mujer mendocina, ya cincuentona, que perteneció a uno de los regimientos que en 1879 entraron a la conquista del Neuquén.
Los que con nuestras familias hemos transitado por esa huella, no la olvidaremos jamás. Siempre atenta, oportunísima y charlatana como una cotorra. Era la Providencia de nuestras esposas y de nuestros hijos en los penosísimos viajes de la época. Todos la conocíamos como la “Pasto Verde” mote que le venía por su donosura en la edad juvenil, calificada así tan pintorescamente por la galantería de los milicos, compañeros suyos contemporáneos.
Viviendo en el corazón del desierto, librada a sus energías de criolla de pura cepa, aquella mujer ágil y vigorosa, servicial y alegre, se nos antojaba un símbolo.
Era como si la patria vieja nos la hubiera dejado allí, como ejemplo de su empuje, incitándonos a concluir la obra por ella comenzada: poblar la lejana frontera del Oeste, y argentinizar la tierra recientemente incorporada a su dominio”.
Estos claros conceptos sirven para calificar a ésta mujer, perdida en su ranchito de adobe a la vera de lo que es hoy la ruta 22, en la provincia de Neuquén.
En su vivienda o posta en el desierto, “La Pasto Verde” buscaba recursos propios para purificar el agua, pues era muy fuerte el olor a querosén qué, según ella, tenía el agua de la acequia. Entonces hervía el agua o la mantenía al fresco y siempre se quejaba de este problema. Era su tema de conversación mas frecuente, hasta que un día llegaron técnicos enviados por el Ministerio de Agricultura de la Nación, dispuestos a develar el enigma. Exploraron la zona cercana a la acequia, siguiendo las huellas proporcionadas por la “La Pasto Verde”, erudita guía que ayudó al doctor Keidel, encargado del equipo de técnicos de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) en la investigación.
Torre emblemática (Foto: Jorge González)
Realizadas las perforaciones, se descubrió que era petróleo. Petróleo surgiendo del pozo número uno, en lo que hoy se llama Plaza Huincul. Su primer jefe fue el ingeniero Cánepa, que alguna vez se alojó en el ranchito de Doña Carmen, la recordaba muy bien. (Anuario YPF, 1980)
Con ese pozo comenzó la explotación de la poderosa cuenca neuquina.
Injustamente, jamás se mencionó el nombre de la “La Pasto Verde” y nunca figuró en las sucesivas conmemoraciones. Se conocen los nombres de todos los técnicos, los profesionales, pero nunca se dijo nada de esa precursora que olió el petróleo antes de conocerlo, tanto que ni siquiera YPF le pagó lo que le hubiera correspondido por los servicios prestados a la empresa durante los primeros tiempos de trabajos de explotación.
Muchos años después, en la década del sesenta, el gobernador neuquino don Felipe Sapag, dispuso levantar un monolito en la zona aledaña a donde está la modesta tumba que guarda los restos de esa singular mujer. En el largo camino de la ruta 22 a metros de la cinta asfáltica, cuatro baranditas de hierro negro enmarcan esa tumba.
En el acto de inauguración de tan sencillo y sentido recuerdo el prestigioso investigador Gregorio Álvarez, tuvo a su cargo la lectura de la semblanza de la heroína, que como sufrida cuartelera se quedó en su lugar en el desierto, hasta el fin de sus días, haciendo patria. (Vera Pichel, 1994)
En los considerandos que declaran Monumento y Lugar Histórico Nacional al sepulcro y a las ruinas de los ranchos de LA PASTO VERDE, ubicados sobre la margen de la ruta nacional 22 al ingreso de la ciudad de Plaza Huincul, en la provincia del Neuquén, se dice:
“Hacer una recopilación de la historia de Doña Carmen Funes de Campos, dar a conocer su personalidad, su vida y su historia es contribuir a que los habitantes de las ciudades de Plaza Huincul y Cutral Có respeten su memoria y sientan cariño hacia esta mujer, quien fue la primer pobladora de la zona y que con su incansable temple, de sacrificio y de lucha en medio del desierto, contribuyó a dar origen a estos dos pueblos.
Doña Carmen Funes, conocida como LA PASTO VERDE, fue una de esas mujeres que desde su humilde lugar de puestera, allá por el año 1900, en el paraje de Plaza Huincul hizo crecer la Patria con su quehacer cotidiano y como criancera.
Mujeres de aventura sin duda, pero mujeres de sufrimiento, con cariño profundo, aunque primitivo y un poco salvaje por su compañero. Eran bravas, capaces de tomar el rémington y manejar el facón cuando las circunstancias lo exigían, pero también de cuidar al soldado cuando mas lo necesitaba..." (Estudio preliminar de Germán García al libro Conquista de La Pampa del comandante Manuel Prado).
El 15 de diciembre de 1916, Carmen Funes de Campos falleció a causa de una enfermedad que la mantenía prácticamente postrada y por la cual no recibió atención médica.
El 29 de octubre de 1918, surgió el petróleo en Plaza Huincul. El pozo N° 1, convertido en monumento del área, recuerda el episodio de los ranchos de La Pasto Verde, que sirvieron de alojamiento a los primeros técnicos que arribaron a la zona.
Señor Presidente, la historia de la Pasto Verde es de suma importancia para estas localidades y hacer mención de su memoria, su vida y su historia con este proyecto es honrarla y recordarla, por haber contribuido al nacimiento de dos ciudades importantes para Neuquén y para la nación.
Algunos datos cronológicos que son de suma relevancia para la historia de la ciudad de Plaza Huincul, pueden destacarse en estos fundamentos:
Desde el año 1901 datan los primeros documentos que la indican como primer pobladora de esta zona, instalada frente al Km. 1297 del Ferrocarril Sud, en el paraje denominado Plaza Huincó, habitando un par de ranchos desarrolla su actividad de criancera.
En 1907 Don Félix San Martín, por entonces gobernador de Neuquén, su esposa e hijos, encabezan la larga lista de familias que encontraron en su aguada, hospitalidad y alimentos. Según él mismo declarara "...era la suya la única población entre las veintenas de leguas de travesía"
En 1913 llega al Km. 1297 el Dr. Juan Keidel a realizar estudios geólogos y, al hospedarse allí, escucha las quejas de Doña Carmen Funes:
-... mire esta porquería, el agua esta llena de Kerosén-, y el Dr. verifica que, efectivamente, el liquido que formaba la aguada arrastraba kerosén.
En 1914 Carlos Guevara Laval, que ingresó como ayudante de tercera en enero de 1917 dependiente de la Dirección General de Minas e Hidrología y luego Secretario de Administración del Yacimiento de Plaza Huincul, dijo de ella:...fue toda una heroína, que por sus típicas cualidades, es digna del merecimiento que significa considerarla como un personaje de relieve en la historia de Plaza Huincul.
En 1915 arriba a dicha zona Juan Soufal con su esposa y sus tres hijos. Pasaron la noche en sus ranchos. Se abastecieron de alimentos y recibieron una botella de leche de chiva para el bebé de dos meses que traían y agua filtrada que tenía ella.
En 1916 comienza el año y con el, los trabajos de perforación del primer pozo petrolífero bajo la supervisión del Ing. Enrique Pedro Cánepa. Éste también para en el lugar hasta que construye su propia casa.
Y por último, en 1922, se crea la empresa estatal YPF. Al cumplir la misma su cincuentenario, publica este recuerdo,... los hombres del 29 de octubre tuvieron en sus duras jornadas y en su esfuerzo interminable menguados consuelos: el almacén de Castagnous en Challacó y la hospitalidad de Doña Carmen Funes de Campo, en su fogón de la aguada.
Doña Carmen pasaría a la leyenda con su sobrenombre famoso, La Pasto Verde, recogido después por los juglares.
Por todo lo expuesto hasta aquí solicito a los señores Diputados de esta Honorable Cámara que me acompañen con la aprobación del presente proyecto de ley”.
Pozo Nº 1 (Foto: J. González)
Como ya hemos dicho, esa tristemente célebre campaña del desierto, dejo huellas muy profundas en el devenir social de nuestro país. En Julio de 1879 todo había terminado. Como resultado de ese evento, muchos aborígenes lograron huir hacia la Patagonia y otros tantos lograron cruzarla. 14000 aborígenes fueron capturados, trasladándolos a la fundación de alejadas colonias, incorporándolos a la Marina de guerra, tomándolos como sirvientes, destinándolos como trabajadores forzados a la Isla Martín García (en el Río de la Plata), adonde fueron a parar unos 800 ranqueles para picar adoquines para las calles de Buenos Aires.
Por cierto, nada sabemos de la cantidad de indios que murieron en combate, fusilados, o muertos de hambre, o por alguna enfermedad mortal (cólera, fiebre amarilla o viruela).
Los pocos que sobrevivieron, iniciaron una etapa nada feliz: la marginación. Y con ella comenzó no sólo su desaparición física, sino también su desaparición cultural.
Monolito de La Pasto Verde
La escritora Mirtha Solari, difiere de otros investigadores y dice:
“Al finalizar la Campaña del Desierto, Carmen Funes se instaló en General Roca primero, Neuquén después y finalmente, escapándole al ferrocarril se quedó en esta zona denominada Loma del Descanso o Loma Chata.
No la acompañaban ni padres, ni hermanos, ni hijos. Ni siquiera un compañero. Sola, hermosa y muy corajuda. Cubierta de cicatrices.
Los hombres de la época la calificaban como la providencia del desierto, alegre, charlatana; instruida y generosa, de belleza comentada en todo Neuquén.
Sobre el apodo de "La Pasto Verde", Mirtha Solari, dedicada durante años a recopilar la historia local, sostiene que su origen es atribuido a la propia Carmen Funes, desde su época de fortinera. "Eran (las mujeres) tan poco consideradas que no les sabían los nombres, sólo los apodos y así las registraban. En los libros del ejército se la menciona así".
Y para encontrarle un significado a este apodo, se sostiene que en aquella época lo más preciado para los soldados como para cualquier viajero era encontrar un lugar donde hubiera "pasto verde" para los caballos que debían cabalgar enormes distancias. Los testimonios también dan cuenta de una mujer de una gran hermosura. Y de allí la comparación que podría ser aplicada: "tan hermosa como los pastos verdes".
Museo Carmen Funes (Foto: Jorge González)
Cuando en 1908 se casó con don Pantaleón Campos tenía 46 años. En la posta instalada se le ofrecía albergue, comida y agua que era lo más preciado para los viajeros de aquella época, que tenían una jornada entera de travesía desde Arroyito hasta lo que hoy es Huincul.
El matrimonio no tuvo hijos. Sin embargo su viudo, luego de algunos años, volvió a casarse con quien había sido su amiga Juana Rosa Garrido, que ya se ha dicho, tenía un hijo: Remigio Segundo Uribe.
De este enlace nacieron seis hijos, tres de los cuales hoy todavía viven e incluso participaron junto al resto de los descendientes en el acto de inauguración del paseo que lleva su nombre. (Mirtha Solari).
El paseo en donde está su tumba, tiene siete estaciones que comienzan en el acceso a la vera de la ruta nacional 22. El sendero temático histórico lleva al visitante a la carreta que perteneció a doña Zoila Dinamarca y donada por uno de sus descendientes: Antonio Dinamarca.
Luego siguen los corrales y el monolito que fue inaugurado en memoria de La Pasto Verde en 1965 por la comuna de Cutral Co y el Club de Leones.
Después continúa la réplica del "caserío". Son tres, en uno de los cuales se recreó el ambiente con los objetos de la época. Allí se exhibe el baúl que perteneció a la fortinera, donado por Santiago Adad al museo de Las Lajas, lugar desde el que fue transferido a Huincul.
El recorrido sigue con "la aguada" y finaliza en la remozada tumba donde permanentemente hay flores.
En el ingreso del paseo hay dos placas: una en homenaje a Marcelo Berbel y otra a Remigio Segundo Uribe, hijo de Juana Rosa Garrido, amiga de Carmen Funes y quien fue acunado por la mujer en sus últimos años de vida.
El músico Marcelo Berbel, autor de una zamba con la que homenajeó e inmortalizó a esta mujer, dice: "No es la primera vez que piso este lugar porque me crié aquí. Pero hay que recordar que la tumba donde ella descansa fue hecha por los hermanos Miguel y Toribio Otaño y yo".
El 1 de septiembre de 1960 se estrena en la Rep. Argentina, el film Plaza Huincul (Pozo uno), con dirección de Lucas Demare, guión de Sixto Pondal Ríos y una duración de 85 minutos.
La película que era en color y que fue calificada como Inconveniente para menores de 18 años, estuvo protagonizada por Nelly Meden (en el papel de La Pasto Verde), Duilio Marzio, Juan José Miguez, Romualdo Quiroga y María Aurelia Bisutti, entre otros.
Obsérvese el parecido notable entre Nelly Meden con La Pasto Verde. Todo un hallazgo.
Aunque no tuvo hijos, La Pasto Verde supo adoptar los pequeños que llegaban hasta su casa como Segundo Uribe, el hijo de su amiga viuda Juana Rosa Garrido que acudió ante el pedido de ayuda de Carmen Funes, que se sentía morir. En 1916 murió sin atención médica pero acompañada por gente que la quería.
-Acuésteme hija-, le pidió a Juana Rosa y su vida se apagó mientras en las rocas del pozo número 1 aparecían manchas de petróleo.
Pozos de petróleo (Foto: Jorge González)
Fuentes: Las mujeres en la campaña de la conquista del desierto - Ariadna M. ViglioneDiccionario bibliográfico de mujeres argentinas - Lily Sosa de Newton
Las Cuarteleras - Vera Pichel, 1994
Neuquén - Félix San Martín, 1919.
Párrafos seleccionados de: Anuario YPF. 1980, Acta - Congressus Historiae Pharmaciae 2001. Félix Luna, 1995. J. L. Roca, 1879. Mirtha Solari.
Internet: usuarios.arnet.com.ar/yanasu/roca.htm.
www.argentinaturismo.com.ar/neuquen/la-pasto-verde
www.cinenacional.com/peliculas/index.
Escribe: MIGUEL ÁNGEL GIORDANO
magiordanos@yahoo.com.ar
Aguada, de los recuerdos lejanos
tapera de un dulce ayer,
tiempo de La Pasto Verde
zamba del coraje hecho mujer.
Brava gaucha en los fortines sureños
bella flor del jarillal,
mil soldados te quisieron
pero la tierra te quiso más
(Estribillo)
Sobre la reja,
entre las piedras
donde duerme tu voz,
mi guitarra lloró,
sola este zambita por las noches
quiere darte luz,
porque le duele que digan
que el criollo neuquino te olvidó.
Quién te llamó Pasto Verde, fresquita
tal vez tu aroma sintió,
poema de los desiertos
versos de un coplero que pasó.
Tal vez hablen de tus años de moza
la aguada, el grillo, el zampa,
años de lanza y romance
sangre que secó el viento al pasar.
(Versión original, Letra de Marcelo Berbel)
“Las mujeres, lejos de ser un embarazo en las campañas, eran por el contrario, el auxilio más poderoso para el mantenimiento, la disciplina y el servicio de la montonera.
Su inteligencia, su sufrimiento y su adhesión, sirvieron para mantener fiel al soldado, que pudiendo desertar no lo hacía, porque tenía en el campo todo lo que amaba”. (Domingo F. Sarmiento).
La Pasto Verde fue una heroica mujer que participó en la campaña de la Conquista del Desierto, ocurrida entre los años 1878 y 1880.
Esta campaña se realizó para consolidar el dominio de los territorios conquistados y para llevar la “civilización” hasta sus fronteras conocidas.
En 1820 los blancos poseían 40.000 kilómetros cuadrados y ese avance fue posible merced a los arreglos que se hacían con algunos caciques, que accedían a ceder parte de sus tierras con la esperanza de que los blancos cumplieran las promesas que ese intercambio implicaba.
Ese año también marcó el comienzo de la guerra contra los indios, debido al incumplimiento de los pactos. A los malones indios, el hombre blanco respondía con sus fuerzas regulares, provocando víctimas en ambos bandos.
Con el correr de los años, para acelerar este proceso de conquista, el Estado resolvió recompensar a las avanzadas que combatían a los indios sin una sincronización especial, que consistía en la cesión de tierras. Esto ocurrió durante muchos años y las tierras regaladas llegaban por su volumen a los lejanos confines de la Patagonia, pero no se terminaba con el problema indígena.
Ante tal circunstancia, la República Argentina, así llamada por la Constitución Nacional de 1856, ante del azote de los malones que en 1870 llegaron hasta Chascomús, a 120 km de la ciudad de Buenos Aires, considera la posibilidad de una campaña más efectiva sobre los indígenas y que permita conquistar las tierras al sur de la línea de fortines radicados a 300 km de Buenos Aires y que unían a ésta con las ciudades de Rio Cuarto en la provincia de Córdoba, el sur de la provincia de San Luis y la ciudad de San Rafael en la provincia de Mendoza. Todo el territorio que quedaba al sur de esa línea imaginaria hasta Tierra del Fuego, fue denominado “el desierto”.
En enero de 1878, en el transcurso de la presidencia de Nicolás Avellaneda, el General Julio Argentino Roca es designado Ministro de Guerra, quien tenía un plan militar y político para mover la línea de frontera y concluir con el problema de los indios, no solo en el sur, sino también en las comarcas chaqueñas, lindantes con el río Paraguay y Paraná.
El plan debía contar con el apoyo de la ciudadanía y del Congreso. Se trataba de que los legisladores sancionaran una ley autorizando la inversión necesaria para llevar la frontera hasta los ríos Negro y Neuquén, cumpliendo con la Ley 215, sancionada en la presidencia de Sarmiento, que fijaba allí la nueva frontera, con el menor costo posible de dinero, materiales y hombres y que finalmente el Congreso Nacional aprobaría como Ley 947.
Comenzaba así la tristemente célebre “conquista del desierto”. La agrupación militar estaba constituida por 6000 soldados, a los que se agregaron 800 indios amigos, 7000 caballos, ganado vacuno y bueyes.
El Gral. Roca al frente de la tropa
Se transcribe un párrafo del informe oficial de la Comisión Científica, agregada al Estado Mayor General de la Expedición al Río Negro (Patagonia) realizada en los meses de Abril, Mayo y Junio de 1879, bajo las órdenes del General Julio A. Roca (Buenos Aires, 1881).
“Pero se debe considerar, por una parte, que los esfuerzos que habría que hacer para transformar estos campos en valiosos elementos de riqueza y de progreso, no están fuera de proporción con las aspiraciones de una raza joven y emprendedora; por otra parte, que la superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los horizontes del porvenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas. Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril que las ocupaba."
Tehuelches
La estrategia militar se basó en el avance de cuatro columnas:
1) Salió de Carhue (Prov. Bs. As), al mando del Gral. Roca.
2) Desde Bahía Blanca (Prov. Bs. As), al mando de Levalle.
3) Desde Villa Mercedes, (Prov. San Luis) al mando de Racedo.
4) Desde el sur de la provincia de Mendoza, al mando de Napoleón Uriburu.
Estas columnas llegarían todas juntas el 25 de Mayo de 1879 a la isla de Choele Choel, en el Río Negro, demoliendo a su paso todo rastro de indios en una acción conjunta de pinzas.
En ésta última columna, se hallaba un soldado de origen chileno, de apellido Campos qué, como tantos otros miles más, era acompañado por su esposa.
Ella se llamaba Carmen Funes y nunca nadie supo si se lo había pedido, o si por su propia voluntad había salido de su rancho para seguir a su marido. Lo cierto es que estaba en el cuartel del Coronel Napoleón Uriburu, esperando órdenes junto a otras mujeres.La vida en el cuartel tenía sus normas que no eran nada fáciles para Carmen Funes de Campos -“La pasto verde”, que era una mujer muy hermosa y que pese a sus veinte años, se la veía siempre decidida y emprendedora, realizando por igual cualquier tarea. Ya sea limpiando cacerolas o cuidando de algún soldado enfermo o herido.Su apodo, es en realidad un halagador cumplido y bastante excepcional. Las mujeres que acompañaban a las tropas recibían apodos, siempre ingeniosos pero generalmente despectivos. La Pasto Verde, posee una connotación fuertemente placentera. A los ojos de un paisano de aquellos tiempos y lugares, es todo un homenaje admirado, desde la mentalidad de un criollo que siempre tiene conciencia de la escasez de comida fresca y agua para sí y para los animales.
Su marido vivía encandilado por ella. La veía alentar a las demás mujeres, juguetear con los chiquillos, dar una mano en donde sea necesario, siempre sonriendo. Ella era la luz y la alegría del cuartel. Incluso, había cantores que le dedicaban algunas décimas.
Esta columna militar arrancó con un mes de retraso y no pudo unirse a la del Gral. Roca como estaba previsto, pero cumplió satisfactoriamente su misión. Fue la que tuvo el trabajo más duro; recorrió más de 500 kilómetros de montaña soportando fríos de 12° bajo cero y se enfrentó a grupos de indios armados con carabinas Remington provistos por los chilenos que les compraban las vacas robadas en las estancias argentinas.
Esta división fundó un fortín en el punto que hoy es el pueblo de Chos Malal y a su cargo estuvo la eliminación del cacique Baigorria. (Félix Luna, 1995).
Indio Ranquel
La travesía fue difícil, las mujeres agolpadas a continuación de los soldados, arreaban las caballadas o cuidaban sus míseras pertenencias sobre los sufridos lomos de las resignadas yeguas. Las raciones eran mínimas, el agua escaseaba. Ni hablar de una mínima protección contra los rayos del sol, la inclemencia de las lluvias o el azote de los vientos. La tropa femenina marchaba resignada a su destino, sin la menor flaqueza ni de fatiga. Más aún, en ocasiones, algunas notas de melodías populares se dejaban oír como ráfagas de alegría, mientras los cacharros colgados en los flancos de las cabalgaduras parecían acompañar con el rítmico tintineo los distintos compases. (Félix Luna, 1995),
Cuando alguien habla de heroísmo y valentía, por lo general los asocia a genuinos atributos masculinos. Los hombres son heroicos y son valientes, suena como una verdad de siglos, pero, ocurre que en el terreno de las mujeres habría que agregar otros elementos, propios de los grandes y pequeños íntimos problemas, que dan a ese heroísmo y a esa valentía matices muy distintos y una dimensión más profunda.
Esa es la valentía de otro tipo que se agrega a la general. No hubo calmantes para los tradicionales dolores de panza, ni elementos de higiene para hacer más llevaderas las circunstancias. Tampoco hubo días elegidos para las marchas, ni descansos especiales previamente estipulados
Con sus problemas eminentemente personales, con sus contratiempos que no se tomaban en cuenta, y que ni siquiera trascendieron jamás, las mujeres siguieron sin desmayos en la retaguardia de las tropas. (Vera Pichel, 1994)
La columna de Napoleón Uriburu llegó a tierras del Neuquén. Participó de la operación planificada y tomó parte en lo que le fuera asignado en su momento. Cuando la campaña llegó a su fin, no todas las tropas llegadas de Mendoza volvieron a su destino habitual. Parte quedó desperdigada por la nueva tierra en procura de nuevos horizontes,... y no regresó.
La Pasto Verde integró este último grupo. No quiso hacer el difícil camino de regreso y buscó algo que la atara siquiera al desierto. Anduvo y anduvo y de pronto descubrió una acequia. Fue para ella algo así como una premonición, porque allí resolvió quedarse. (Acta - Congressus Historiae Pharmaciae 2001)
LA PASTO VERDE (Foto: J. González)
Se instaló muy cerca de esa fuente de agua con un ranchito de adobe y techo de ramas, que podía equivaler a una posta en el largo camino que llevaba de Neuquén a Zapala, que servía de descanso para los viajeros que hacían esa larga ruta y se encontraban necesitados de descanso y abrigo de los fríos patagónicos.
La Pasto Verde volvió a ser Carmen Funes de Campos, o Doña Carmen, como se la llamaba en esa etapa de su vida. Mantenía aún sus hermosas facciones, el cutis blanco y los cabellos oscuros. Servicial y previsora, se proveía de todo cuanto podía necesitar el viajero que golpeaba su puerta y en ese humilde ranchito de adobe había alojamiento y comida, y era gratis para quien no tuviera como pagarlo.
De buena estatura, más que mediana, aparentaba esa fortaleza que bien concordaba con la actividad que desplegaba. Armoniosamente formada, atractiva y muy dulce en su trato era generosa, hospitalaria y llena de bondad. Con todos era cordial, alegre y dicharachera. Muy femenina, le desagradaban las palabras groseras. Fue una verdadera samaritana del desierto.
Tenía un corral con cabras para la provisión de carne a los viajeros y en el rancho disponía de dos o tres camas, las que eran ofrecidas a quienes necesitaban pasar la noche allí. Las maestras que viajaban a su destino, en Zapala, eran sus más asiduas clientas. También tenía unos caballos, casi siempre para auxilio de los viajeros.
Alguna vez habló de su juventud. Recordó su apodo, las trágicas marchas, los altibajos de la vida en el cuartel, pero todo quedó allí, sin ningún comentario adverso. De esta manera enfrentaba los comentarios tan descalificantes y equivocados de la imagen relacionada con la conducta de las mujeres a quienes se motejó de milicas o cuarteleras, y a las que se ubicó en un marco de dudosa moral. (Vera Pichel, 1994)
Una síntesis del pensamiento de quienes la conocieron y estimaron durante esos años la dio el escritor y académico de la Historia, por Neuquén, don Félix San Martín, quien en su libro Neuquén, aparecido en 1919, le dedicó el siguiente recuerdo:
“En los últimos años estuvo allí, por la Aguada, una mujer mendocina, ya cincuentona, que perteneció a uno de los regimientos que en 1879 entraron a la conquista del Neuquén.
Los que con nuestras familias hemos transitado por esa huella, no la olvidaremos jamás. Siempre atenta, oportunísima y charlatana como una cotorra. Era la Providencia de nuestras esposas y de nuestros hijos en los penosísimos viajes de la época. Todos la conocíamos como la “Pasto Verde” mote que le venía por su donosura en la edad juvenil, calificada así tan pintorescamente por la galantería de los milicos, compañeros suyos contemporáneos.
Viviendo en el corazón del desierto, librada a sus energías de criolla de pura cepa, aquella mujer ágil y vigorosa, servicial y alegre, se nos antojaba un símbolo.
Era como si la patria vieja nos la hubiera dejado allí, como ejemplo de su empuje, incitándonos a concluir la obra por ella comenzada: poblar la lejana frontera del Oeste, y argentinizar la tierra recientemente incorporada a su dominio”.
Estos claros conceptos sirven para calificar a ésta mujer, perdida en su ranchito de adobe a la vera de lo que es hoy la ruta 22, en la provincia de Neuquén.
En su vivienda o posta en el desierto, “La Pasto Verde” buscaba recursos propios para purificar el agua, pues era muy fuerte el olor a querosén qué, según ella, tenía el agua de la acequia. Entonces hervía el agua o la mantenía al fresco y siempre se quejaba de este problema. Era su tema de conversación mas frecuente, hasta que un día llegaron técnicos enviados por el Ministerio de Agricultura de la Nación, dispuestos a develar el enigma. Exploraron la zona cercana a la acequia, siguiendo las huellas proporcionadas por la “La Pasto Verde”, erudita guía que ayudó al doctor Keidel, encargado del equipo de técnicos de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) en la investigación.
Torre emblemática (Foto: Jorge González)
Realizadas las perforaciones, se descubrió que era petróleo. Petróleo surgiendo del pozo número uno, en lo que hoy se llama Plaza Huincul. Su primer jefe fue el ingeniero Cánepa, que alguna vez se alojó en el ranchito de Doña Carmen, la recordaba muy bien. (Anuario YPF, 1980)
Con ese pozo comenzó la explotación de la poderosa cuenca neuquina.
Injustamente, jamás se mencionó el nombre de la “La Pasto Verde” y nunca figuró en las sucesivas conmemoraciones. Se conocen los nombres de todos los técnicos, los profesionales, pero nunca se dijo nada de esa precursora que olió el petróleo antes de conocerlo, tanto que ni siquiera YPF le pagó lo que le hubiera correspondido por los servicios prestados a la empresa durante los primeros tiempos de trabajos de explotación.
Muchos años después, en la década del sesenta, el gobernador neuquino don Felipe Sapag, dispuso levantar un monolito en la zona aledaña a donde está la modesta tumba que guarda los restos de esa singular mujer. En el largo camino de la ruta 22 a metros de la cinta asfáltica, cuatro baranditas de hierro negro enmarcan esa tumba.
En el acto de inauguración de tan sencillo y sentido recuerdo el prestigioso investigador Gregorio Álvarez, tuvo a su cargo la lectura de la semblanza de la heroína, que como sufrida cuartelera se quedó en su lugar en el desierto, hasta el fin de sus días, haciendo patria. (Vera Pichel, 1994)
En los considerandos que declaran Monumento y Lugar Histórico Nacional al sepulcro y a las ruinas de los ranchos de LA PASTO VERDE, ubicados sobre la margen de la ruta nacional 22 al ingreso de la ciudad de Plaza Huincul, en la provincia del Neuquén, se dice:
“Hacer una recopilación de la historia de Doña Carmen Funes de Campos, dar a conocer su personalidad, su vida y su historia es contribuir a que los habitantes de las ciudades de Plaza Huincul y Cutral Có respeten su memoria y sientan cariño hacia esta mujer, quien fue la primer pobladora de la zona y que con su incansable temple, de sacrificio y de lucha en medio del desierto, contribuyó a dar origen a estos dos pueblos.
Doña Carmen Funes, conocida como LA PASTO VERDE, fue una de esas mujeres que desde su humilde lugar de puestera, allá por el año 1900, en el paraje de Plaza Huincul hizo crecer la Patria con su quehacer cotidiano y como criancera.
Mujeres de aventura sin duda, pero mujeres de sufrimiento, con cariño profundo, aunque primitivo y un poco salvaje por su compañero. Eran bravas, capaces de tomar el rémington y manejar el facón cuando las circunstancias lo exigían, pero también de cuidar al soldado cuando mas lo necesitaba..." (Estudio preliminar de Germán García al libro Conquista de La Pampa del comandante Manuel Prado).
El 15 de diciembre de 1916, Carmen Funes de Campos falleció a causa de una enfermedad que la mantenía prácticamente postrada y por la cual no recibió atención médica.
El 29 de octubre de 1918, surgió el petróleo en Plaza Huincul. El pozo N° 1, convertido en monumento del área, recuerda el episodio de los ranchos de La Pasto Verde, que sirvieron de alojamiento a los primeros técnicos que arribaron a la zona.
Señor Presidente, la historia de la Pasto Verde es de suma importancia para estas localidades y hacer mención de su memoria, su vida y su historia con este proyecto es honrarla y recordarla, por haber contribuido al nacimiento de dos ciudades importantes para Neuquén y para la nación.
Algunos datos cronológicos que son de suma relevancia para la historia de la ciudad de Plaza Huincul, pueden destacarse en estos fundamentos:
Desde el año 1901 datan los primeros documentos que la indican como primer pobladora de esta zona, instalada frente al Km. 1297 del Ferrocarril Sud, en el paraje denominado Plaza Huincó, habitando un par de ranchos desarrolla su actividad de criancera.
En 1907 Don Félix San Martín, por entonces gobernador de Neuquén, su esposa e hijos, encabezan la larga lista de familias que encontraron en su aguada, hospitalidad y alimentos. Según él mismo declarara "...era la suya la única población entre las veintenas de leguas de travesía"
En 1913 llega al Km. 1297 el Dr. Juan Keidel a realizar estudios geólogos y, al hospedarse allí, escucha las quejas de Doña Carmen Funes:
-... mire esta porquería, el agua esta llena de Kerosén-, y el Dr. verifica que, efectivamente, el liquido que formaba la aguada arrastraba kerosén.
En 1914 Carlos Guevara Laval, que ingresó como ayudante de tercera en enero de 1917 dependiente de la Dirección General de Minas e Hidrología y luego Secretario de Administración del Yacimiento de Plaza Huincul, dijo de ella:...fue toda una heroína, que por sus típicas cualidades, es digna del merecimiento que significa considerarla como un personaje de relieve en la historia de Plaza Huincul.
En 1915 arriba a dicha zona Juan Soufal con su esposa y sus tres hijos. Pasaron la noche en sus ranchos. Se abastecieron de alimentos y recibieron una botella de leche de chiva para el bebé de dos meses que traían y agua filtrada que tenía ella.
En 1916 comienza el año y con el, los trabajos de perforación del primer pozo petrolífero bajo la supervisión del Ing. Enrique Pedro Cánepa. Éste también para en el lugar hasta que construye su propia casa.
Y por último, en 1922, se crea la empresa estatal YPF. Al cumplir la misma su cincuentenario, publica este recuerdo,... los hombres del 29 de octubre tuvieron en sus duras jornadas y en su esfuerzo interminable menguados consuelos: el almacén de Castagnous en Challacó y la hospitalidad de Doña Carmen Funes de Campo, en su fogón de la aguada.
Doña Carmen pasaría a la leyenda con su sobrenombre famoso, La Pasto Verde, recogido después por los juglares.
Por todo lo expuesto hasta aquí solicito a los señores Diputados de esta Honorable Cámara que me acompañen con la aprobación del presente proyecto de ley”.
Pozo Nº 1 (Foto: J. González)
Como ya hemos dicho, esa tristemente célebre campaña del desierto, dejo huellas muy profundas en el devenir social de nuestro país. En Julio de 1879 todo había terminado. Como resultado de ese evento, muchos aborígenes lograron huir hacia la Patagonia y otros tantos lograron cruzarla. 14000 aborígenes fueron capturados, trasladándolos a la fundación de alejadas colonias, incorporándolos a la Marina de guerra, tomándolos como sirvientes, destinándolos como trabajadores forzados a la Isla Martín García (en el Río de la Plata), adonde fueron a parar unos 800 ranqueles para picar adoquines para las calles de Buenos Aires.
Por cierto, nada sabemos de la cantidad de indios que murieron en combate, fusilados, o muertos de hambre, o por alguna enfermedad mortal (cólera, fiebre amarilla o viruela).
Los pocos que sobrevivieron, iniciaron una etapa nada feliz: la marginación. Y con ella comenzó no sólo su desaparición física, sino también su desaparición cultural.
Monolito de La Pasto Verde
La escritora Mirtha Solari, difiere de otros investigadores y dice:
“Al finalizar la Campaña del Desierto, Carmen Funes se instaló en General Roca primero, Neuquén después y finalmente, escapándole al ferrocarril se quedó en esta zona denominada Loma del Descanso o Loma Chata.
No la acompañaban ni padres, ni hermanos, ni hijos. Ni siquiera un compañero. Sola, hermosa y muy corajuda. Cubierta de cicatrices.
Los hombres de la época la calificaban como la providencia del desierto, alegre, charlatana; instruida y generosa, de belleza comentada en todo Neuquén.
Sobre el apodo de "La Pasto Verde", Mirtha Solari, dedicada durante años a recopilar la historia local, sostiene que su origen es atribuido a la propia Carmen Funes, desde su época de fortinera. "Eran (las mujeres) tan poco consideradas que no les sabían los nombres, sólo los apodos y así las registraban. En los libros del ejército se la menciona así".
Y para encontrarle un significado a este apodo, se sostiene que en aquella época lo más preciado para los soldados como para cualquier viajero era encontrar un lugar donde hubiera "pasto verde" para los caballos que debían cabalgar enormes distancias. Los testimonios también dan cuenta de una mujer de una gran hermosura. Y de allí la comparación que podría ser aplicada: "tan hermosa como los pastos verdes".
Museo Carmen Funes (Foto: Jorge González)
Cuando en 1908 se casó con don Pantaleón Campos tenía 46 años. En la posta instalada se le ofrecía albergue, comida y agua que era lo más preciado para los viajeros de aquella época, que tenían una jornada entera de travesía desde Arroyito hasta lo que hoy es Huincul.
El matrimonio no tuvo hijos. Sin embargo su viudo, luego de algunos años, volvió a casarse con quien había sido su amiga Juana Rosa Garrido, que ya se ha dicho, tenía un hijo: Remigio Segundo Uribe.
De este enlace nacieron seis hijos, tres de los cuales hoy todavía viven e incluso participaron junto al resto de los descendientes en el acto de inauguración del paseo que lleva su nombre. (Mirtha Solari).
El paseo en donde está su tumba, tiene siete estaciones que comienzan en el acceso a la vera de la ruta nacional 22. El sendero temático histórico lleva al visitante a la carreta que perteneció a doña Zoila Dinamarca y donada por uno de sus descendientes: Antonio Dinamarca.
Luego siguen los corrales y el monolito que fue inaugurado en memoria de La Pasto Verde en 1965 por la comuna de Cutral Co y el Club de Leones.
Después continúa la réplica del "caserío". Son tres, en uno de los cuales se recreó el ambiente con los objetos de la época. Allí se exhibe el baúl que perteneció a la fortinera, donado por Santiago Adad al museo de Las Lajas, lugar desde el que fue transferido a Huincul.
El recorrido sigue con "la aguada" y finaliza en la remozada tumba donde permanentemente hay flores.
En el ingreso del paseo hay dos placas: una en homenaje a Marcelo Berbel y otra a Remigio Segundo Uribe, hijo de Juana Rosa Garrido, amiga de Carmen Funes y quien fue acunado por la mujer en sus últimos años de vida.
El músico Marcelo Berbel, autor de una zamba con la que homenajeó e inmortalizó a esta mujer, dice: "No es la primera vez que piso este lugar porque me crié aquí. Pero hay que recordar que la tumba donde ella descansa fue hecha por los hermanos Miguel y Toribio Otaño y yo".
El 1 de septiembre de 1960 se estrena en la Rep. Argentina, el film Plaza Huincul (Pozo uno), con dirección de Lucas Demare, guión de Sixto Pondal Ríos y una duración de 85 minutos.
La película que era en color y que fue calificada como Inconveniente para menores de 18 años, estuvo protagonizada por Nelly Meden (en el papel de La Pasto Verde), Duilio Marzio, Juan José Miguez, Romualdo Quiroga y María Aurelia Bisutti, entre otros.
Obsérvese el parecido notable entre Nelly Meden con La Pasto Verde. Todo un hallazgo.
Aunque no tuvo hijos, La Pasto Verde supo adoptar los pequeños que llegaban hasta su casa como Segundo Uribe, el hijo de su amiga viuda Juana Rosa Garrido que acudió ante el pedido de ayuda de Carmen Funes, que se sentía morir. En 1916 murió sin atención médica pero acompañada por gente que la quería.
-Acuésteme hija-, le pidió a Juana Rosa y su vida se apagó mientras en las rocas del pozo número 1 aparecían manchas de petróleo.
Pozos de petróleo (Foto: Jorge González)
Fuentes: Las mujeres en la campaña de la conquista del desierto - Ariadna M. ViglioneDiccionario bibliográfico de mujeres argentinas - Lily Sosa de Newton
Las Cuarteleras - Vera Pichel, 1994
Neuquén - Félix San Martín, 1919.
Párrafos seleccionados de: Anuario YPF. 1980, Acta - Congressus Historiae Pharmaciae 2001. Félix Luna, 1995. J. L. Roca, 1879. Mirtha Solari.
Internet: usuarios.arnet.com.ar/yanasu/roca.htm.
www.argentinaturismo.com.ar/neuquen/la-pasto-verde
www.cinenacional.com/peliculas/index.
Escribe: MIGUEL ÁNGEL GIORDANO
magiordanos@yahoo.com.ar