* Escribe ©Miguel Ángel Giordano (Escritoriador, Argentina) *
Todos aquellos que recorrimos las canchas y/o
jugamos al fútbol, recordamos con mucho cariño y nostalgia, a José Eduardo
Pastor, más conocido como “Chuenga”.
No se concebía ir a la cancha si no estaba “Chuenga”
o la
revista “Alumni”. Eran la marca indeleble de una época del fútbol
argentino que se nos fue casi de pronto, se nos escurrió entre los finos dedos
de nuestra historia y nos dejó, a muchos de nosotros, una herida que derrama esa
insoportable melancolía típica de los que amamos las buenas cosas, como la
amistad o el vermú dominguero en el club del barrio, antes de la “raviolada de
la vieja” y previo a salir casi corriendo hacia la cancha.
“Chuenga” formó parte de esa
rutina, y si hoy todos lo recordamos, es porque, indudablemente, dejó una
huella profunda en nuestros corazones.
Para la
estadística, puedo decir que José Eduardo Pastor (Chuenga), nació, vivió y
murió en la ciudad de Buenos Aires, que tanto amaba (23-8-1915*3-12-1984).
La palabra “Chuenga”,
era una deformación de la expresión inglesa
“chewing-gum”, cuya traducción sería “goma de mascar”,
pero que tampoco era eso. Era… ¡Qué sé yo que carajo era Chuenga!!!
Mezcla rara de Sugus, Yum-Yum, Mu-Mu, Oruzú,
Cristalitos, Pirulín, Turrón “berreta” y el alquitrán que le “mangueábamos” a
los de Obras Públicas cuando pavimentaban las calles y que nosotros
masticábamos porque estaba “de moda” en
las películas yankees y que además, “limpiaba y le hacía bien a los dientes”.
Cuando uno tenía al “Chuenga” en la boca, comenzaba la batalla por disolverlo;
se pegaba a las muelas como Poxipol y a la lengua le salían callos de tanto escarbar
para despegarlo, eso si no se iba para atrás y te producía un atragantamiento
que tenías que llamar a la “Asistencia Pública” para socorrerte. ¡Pero era
“Chuenga”!
La cosa es que este vendedor ambulante de su
propia mercancía, anunciaba su producto al grito de: “Chuenga, chuengaaaa…” y
alargaba la “a” para que lo distingamos entre la multitud en los ingresos a la
cancha o en la tribuna. Chuenga vendía sus “caramelos”
- por denominarlo de algún modo, nada más -, que fabricaba él mismo en su casa
durante la semana y que luego iba a venderlos en los bosques de Palermo, en las
carreras
de bicicletas o pedrestes, en festejos patronales en las iglesias y en “toda manifestación deportiva”.
También se lo podía ver, siempre vestido con
atuendos coloridos y pulóveres con o sin manga corta, buzos, remeras o tricotas
multicolores, en importantes peleas de Box o a la salida de los colegios. Su
voz, su grito, era inconfundible y hacia esa voz y hacia ese grito, corríamos
los pibes para comprar esa “cosa” indescriptible con gusto a…, con gusto a
Chuenga. Eso era lo que lo convertía en único y tan deseado. Un puñadito tomado
“al Tum Tum” costaba centavos. "Dame 50 centavos", "Dame 20 centavos" y Chuenga metía la mano en la
bolsa y sacaba un puñado a la medida de la guita que le dábamos.
Los caramelos eran medio cuadrados, veteados con finas rayas y envueltos en un papel más raro que
el propio producto, con dos grandes orejas o bigotes a los costados que, al
final, uno no sabía, si compraba papel o caramelo. Pero en fin…, era “Chuenga”.
Lo más notable, es que nunca se supo que cosa era Chuenga, ni cómo la
fabricaba o cual era su materia prima.
Cuando yo
tenía unos 10 años, lo vi que hablaba con el “Boquense” canillita de Corrientes
y Scalabrini Ortiz (Ex Canning). Me acerqué y lo miré como si fuese Labruna o el mismísimo Amadeo. Él no estaba
vendiendo, solo había hecho un alto para hablar con su amigo. Cuando me vio
petrificado a su lado, me dijo:
-¿Queres
Chuenga? No tuve que abrir la boca. Metió su mano en la bolsa y sacó un
puñado (como siempre) y me lo dio.
-Tomá, van de regalo. Enseguida me preguntó: ¿De qué cuadro sos?
-De River…, y de Chuenga, le dije. Y me fui masticando uno.
Pastor, de quien se dice que era hincha de Defensores de Belgrano, se
mostraba como un tipo muy simpático, medio pelado, flaco y desgarbado, inquieto
y chueco, con su inefable vestimenta multicolor y la bolsa cargada de
“Chuenga”. A veces tenía estampada publicidad en su ropa y usaba zapatillas
“Pampero”. Nunca supe si guardaba más cantidad en algún sitio, porque esa bolsa
siempre estaba llena, o casi. Yo lo he visto trepar por encima de la gente en una tribuna (si hasta creo que caminaba sobre la cabeza
de los hinchas) y si alguna vez lo llamaban desde algún lugar inaccesible
de la tribuna, los propios hinchas se pasaban de mano en mano, el puñado de
caramelos y las monedas.
Además, como dato curioso, muchos coinciden en afirmar que “Chuenga”
eran como media docena, porque estaba en varios estadios u otros sitios al
mismo tiempo. Hoy, a la distancia, no sé si en verdad existió “Chuenga” o fue
producto de la imaginación popular futbolera.
Por el año 1970, una grave dolencia en una de sus piernas lo fue
relegando y ya no lo veíamos seguido en los estadios. Cuando no pudo más, se
recluyó en su casa del barrio de Floresta o Mataderos (como quieran): Avenida
del Trabajo/Eva Perón y Lacarra.
Se dice
que Chuenga amasó fortunas y que vivía en un palacete, luego de haber vendido
por millones, la fórmula de “Chuenga” a empresarios norteamericanos ávidos
porque desaparezca del mercado semejante producto porque le restaba clientes a
otros dulces que venían del país del norte. La realidad es que Chuenga fue un
humilde poeta de la dulzura que murió en su modesta casa y que si hizo dinero,
fue a costa de cargar su bolsa y recorrer las calles, las plazas y los estadios
de nuestra ciudad, durante toda su vida.
Su creador y el caramelo se hicieron tan
populares, que aparecían en revistas, en caricaturas, en poesías, tangos y
hasta en obras de teatro y en películas.
En el año 2012, por iniciativa de los Diputados
Raúl Puy y Oscar Moscariello, la Legislatura de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires le concedió un espacio en el “Recinto
de las Personalidades”, del Cementerio de la Chacarita, junto a una
placa con el siguiente texto:
“HOMENAJE DE LA LEGISLATURA DE
LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES A FRANCISCO JOSÉ PASTOR “CHUENGA”, TIERNO Y
DULCE PERSONAJE PORTEÑO” - (23/8/1915 - 3/12/1984)
(Fuentes: El material
propio estuvo enriquecido por: Historias de la
Ciudad, Nº 1, setiembre de 1999 * http://serdebuenosayres.blogspot.com.ar/2011/02/chuenga-y-sus-punados-de-golosinas.html
* http://www.la-floresta.com.ar/2009/julio/21.htm
* http://www.cedom.gov.ar/es/legislacion/normas/leyes/ley3990.html)
Chuenga infaltable, imprescindible, era un jugador o hincha mas en el estadio.
ResponderEliminarExcelente semblanza de vida!!! Un maravilloso recuerdo de nuestra cercana infancia...
ResponderEliminarTodo leído!
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