jueves, 3 de junio de 2010

Cultura: "Se fue un grande de verdad": Juan Carlos Bustriazo Ortiz, POETA

Escribe MIGUEL ÁNGEL GIORDANO

El poeta y MAESTRO, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, falleció en el mediodía de este martes 1º de Junio, a los 80 años, en su casa de Santa Rosa, provincia de La Pampa.
Había nacido el 3 de diciembre de 1929, en Santa Rosa.
Fue policía de Territorios durante más de diez años, profesión en la que recorrió toda la provincia. Fue linotipista y, finalmente, se entregó por completo a la poesía y a la vida bohemia.
El Penca, o Negro -como lo llamaban en la intimidad familiar- falleció a causa de una gripe que lo afectaba y los entretelones relacionados con su sepelio, se vieron envueltos en giros novelescos, propios de su creación.
Bustriazo Ortiz, considerado no sólo uno de los poetas fundamentales de La Pampa -algunos lo señalan como un buscador de la palabra de relevancia internacional-, tuvo en su pluma creativa -muchas veces en contacto con la creación esotérica-, una poesía profunda, sabia y con lazos indudables con su tierra.
Lejos del escenario de la ciudad de Buenos Aires, la repercusión alcanzada por sus poemas excede largamente los límites provinciales. Está considerado entre los más importantes poetas nacionales y tras conocerse su fallecimiento, comenzaron a llegar saludos y congojas de todo el mundo.
Amante de la belleza de las mujeres, pícaro, profundo investigador de la palabra escrita y hablada, muchos accedieron a su poesía porque sus trabajos fueron musicalizados por varios cantautores pampeanos.

Fue autodidacta y durante muchos años fue corrector y linotipista del diario La Arena. También fue animador cultural de varios boliches y peñas de la ciudad de Santa Rosa.
La profesora Teresa Girbal lo incluye en el texto de investigación Estudios de Literatura Pampeana (1974).
Ha sido publicado en las revistas Bardo; La Danza del Ratón; Alguien llama. Carpeta de poesía argentina; Diario de Poesía; Patagonia/Poesía; Museo Salvaje; Alter Ego y en los suplementos “Confines” (diario El Patagónico, Comodoro Rivadavia, Chubut) y “Caldenia” (diario La Arena, Santa Rosa, La Pampa).
Aguarda su edición la antología Herejía bermeja, preparada por el poeta Cristian Aliaga.

El gran poeta vivía junto a su esposa Lidia Hernández en una humilde casa qué, junto a una pensión, le donara el gobierno provincial.
Su obra había sido declarada de interés provincial. En el año 2009, el gobierno de la provincia de La Pampa dispuso incluir en el Registro Provincial de Patrimonio Cultural, sus obras completas denominada "Canto Quetral" (que cuenta con 79 libros titulados y numerados).
Los restos, que no fueron velados, llegaron al cementerio a las diez de la mañana y entre las más de sesenta personas que aguardaban al cortejo, se hallaban presentes, entre otros: el escritor Edgar Morisoli, Teresita Poussif, Juliana Poussif Rodríguez, José Depetris, sus hermanas Juana y Yolanda, Sergio De Matteo, el ministro Néstor Torres, Fernando Dagué, los músicos Oscar García y Alberto Acosta y el intendente Francisco Torroba.
El sepelio se produjo en medio de una fuerte tensión pues las hermanas de Bustriazo le recriminaron a Lidia por qué no las habían dejado pasar a la sala velatoria de la Cooperativa Popular de Electricidad (CPE). "Fue una decisión de Juan Carlos. No quería el velatorio", respondió Lidia.
Fernando Dagué fue el primer orador. "'Penca', siempre estarás entre nosotros", expresó. También lo hizo posteriormente Juanita, hermana. "Por fin estás libre", dijo. Finalmente, nuestro gran poeta, fue despedido por un largo y sentido aplauso.

Los perdono a todos: yo, modestamente digo esto, siempre los entendí, los comprendí y sé muy bien que no hicieron con mala intención cualquiera de aquellas cosas que pudieron perjudicarme.
Sé muy bien que la gran mayoría no me entendió ni me entenderán y que hay honrosas excepciones que sí lo hicieron; ellos saben bien quienes son.
Pero sepan todos que los quiero y los abrazo, desde éste, mi eterno vuelo de calandrias y estén seguros que hasta donde me den las fuerzas los voy a cuidar.
Gracias queridos amigos, allí quedan mis versos que son de todos.


Juan Carlos

"Bustriazo formó parte durante décadas de esa cofradía de intelectuales y noctámbulos que rodearon la aventura de la reaparición de La Arena en los 50, luego de una década de obligado silencio, donde fue linotipista y corrector durante décadas
No obstante, y más allá de las bromas, las pasajeras polémicas, los enojos, todos sabían que había allí un hombre que era un privilegio tener cerca. Alguien tocado por la rara facultad de encontrar en las palabras la forma de devolvernos una imagen de las cosas y de lo que pasaba. Piedras, personas y personajes, padeceres y amores que se creía conocer, tomaban forma a través de sus versos, se descubrían esenciales o en pliegues que solo el poeta era capaz de ver y contar.
Caminó mucho la ciudad y su noche. Su salud se resintió en esa obsesión por volar en vapores de un vino que lo ayudaban a escribir pero que lo sumergirían luego en las profundidades de una enfermedad cuya cura le alejó los peligros de una segura alienación pero también le quitó la inspiración a su pluma.
Más de una vez, en esos años de sosiego al lado de la mujer que lo acompañaría hasta su último suspiro, creyó sentir como antaño la presencia de esa musa que lo había abandonado. "Ahí viene la brujalabra..." escribió una vez en la nueva redacción de La Arena en un papelito suelto que le obsequió al periodista y quedó colgado de una columna. Escrita de su puño, con garabatos cuneiformes, fue un talismán de inspiración para un cuerpo de redactores que ya no contaba sino a uno solo de quienes lo habían visto todas las noches lidiar con la linotipo, con las pruebas o simplemente leyendo sus poemas entre el ruido de la plana que resoplaba ejemplares de madrugada. Esos jóvenes periodistas habían nacido casi cuando él ya se despedía del oficio de escribir.
Pero estos periodistas bisoños, aprendices en el arte de escribir que él manejaba como un mago, que ya no eran ni tan noctámbulos ni, tal vez, tan intelectuales como los que Bustriazo había conocido y frecuentado en La Arena de los 50, 60 y 70, lo veneraban como al celoso guardián de una palabra que se le negaba pero que, sabían, logró encerrar en la monumental obra de setenta libros que ya no tenía.
En sus cada vez más espaciadas apariciones en la redacción que había cambiado las Lexicon por computadoras, llegaba para recordarle a nuestro director la vez que le puso letra a un tango suyo y lo tocó con su fuelle. Cada vez que eso ocurría el viejo bandoneonista callaba pues no recordaba, pese a su memoria de veterano periodista, ese episodio del tango que tocó alguna vez siguiendo, como un ciego, la voz del poeta."
(Publicada por el Diario La Arena, en Notas pampeanas).

Bustriazo Ortiz tiene una vasta obra, esencialmente inédita, que fue rescatada en el último lustro por una publicación oficial realizada por la ex vicegobernadora Norma Durango y por emprendimientos particulares, a los que estuvo ligado el poeta pampeano Sergio De Matteo.
Además, numerosos compositores pampeanos han puesto música a sus obras.

OBRA COMPLETA (Editada): Canto Quetral
Elegías de la piedra que canta 1969
Aura del estilo 1970
Unca bermeja 1984
Poemas Puelches; Quetrales. Cantos del añorante 1991
Libro del Ghenpín 1977

La tejedora puelche
Andaba doña Gregoria el caserío,
ofreciendo sus matras. Un día se fue
del pago. Los paisanos conservan
sus trabajos todavía, llenando con sus
colores los humildes recintos de los
ranchos...

Aquí viene llegando
la tejedora puelche,
la que tejía sus matras
lo mismo que su suerte.

Venía siempre al pueblo
en busca de la gente,
saliendo de la tarde
como una chilca verde.

Llegaba despacito,
subiendo desde el este,
allá, donde el río seco
se junta con la muerte.

Chamal rojizo y verde,
color que trae la suerte.
¡Ay, tejedora puelche!
tu sombra siempre vuelve.

Hoy suben de la tierra
tus raíces silvestres,
los vivos colorinches
de tus lanas alegres.

Loco el viento de junio
castiga, pardo y fuerte,
con tus matras yo tengo
la sola patria puelche.
Y aquí te dejo viva
memoria del Oeste,
derramada en mi canto
como un río ferviente.

Chamal rojizo y verde,
color que trae la suerte.
¡Ay, tejedora puelche!
tu sombra siempre vuelve.


Quetral 4
Quetral del salamanquero,
del indio rico Antipán,
de aquel Jesús Calluhueque
borracho en la soledad…

“Los brujos dan sus poderes,
le piden prendas al hombre:
tuve que darles mi matra
bordada con arreboles.”

Quetral del brujo piedroso,
de aquella pipa de piedra,
o del matuasto tejido
por el señor-de-las-sierras…