martes, 21 de enero de 2014

“EL EXILIO DE GARDEL”





Escribe ©Miguel Ángel Giordano (Escritoriador, Argentina)

Como no podía ser de otra manera, en nuestro país, los detractores e incapaces, le han dado la espalda a uno de los más grandes creadores de nuestra cinematografía: Fernando “Pino” Solanas.
Es sorprendente la capacidad que tienen muchos de mis compatriotas para defenestrar, sepultar e instalar en los anaqueles del olvido, a aquellos “creadores” cuyo pecado fue ir en pos de la gloria por medio de su espíritu creador e inquieto.

Solanas le ha dado a al cine nacional, verdaderas obras de arte que muchos se empeñan en destruir y lo único que logran, es perjudicar al mismo arte que ellos dicen defender, además de ponerse al descubierto y encasillarse en ese hato de inútiles que no han logrado sobresalir en nada, porque su incapacidad y su falta total de imaginación se lo ha impedido.
Al analizar a una obra o a un artista, debemos despojarnos de cualquier prejuicio tanto político como social, mucho más, cuando se trata de “Pino” Solanas, quien por estos tiempos, se ha volcado decididamente a la actividad política.
Si buceamos en su historial artístico, podemos observar etapas tan diferentes como revulsivas. Personalmente, creo que en esas etapas disímiles, podemos encontrar obras brillantes difíciles de igualar y que han marcado un rumbo que, lamentablemente, los cineastas nacionales no han sabido (o querido) capitalizar.

En la obra de la cual hoy me ocupo, encontramos varios hitos que son verdaderos hallazgos, dentro de una cinematografía que, salvo honestísimas excepciones, ha decaído notablemente en los últimos años.
En Francia, el nombre de Fernando Solanas casi siempre viene asociado con los conceptos de compromiso político y militancia, pero también, se suele hacer hincapié en los aspectos documentales o testimoniales de sus filmes y en su afán de dar cuenta de la situación económica y social de América Latina y de Argentina en particular. Hoy en día, muchas películas de Fernando Solanas siguen consideradas como radiografías de la realidad, sirviendo incluso, de pretexto para un análisis del contexto en que se desarrolla la acción.
En el conjunto de su obra, es clara  la preocupación del realizador por “la forma y la escritura cinematográfica”. Solanas es un cineasta comprometido con los aspectos sociales o políticos, pero además, sus películas son fieles hacia una postura rupturista o la voluntad de romper con los cánones cinematográficos vigentes para llevar adelante una verdadera “revolución estética”.
Porque de eso se trata: de “crear con estética”, y esa preocupación se patentiza en sus películas de ficción, en particular, en la que yo considero (y muchos consideran), como su obra cumbre “Tangos, el exilio de Gardel”.
 
Desde su mítica obra de la década de 1970, “La hora de los hornos” hasta “El exilio…”, observamos un crecimiento artístico notable y que se aleja geométricamente de la mayoría de los cineastas argentinos y Latinoamericanos.
Solanas no tiene ningún resquemor en tomar posiciones y en rechazar abiertamente los códigos y convenciones del cine hollywoodiense clásico y elevar, a modo de manifiesto, la renovación de la escritura fílmica.
Sus filmes apuntan a despertar conciencias político-sociales en el espectador, procuran desestabilizarlo, molestarlo e impedir que se deje llevar “de las pestañas” por la magia de las imágenes.
Saca  al público de la pasividad y “lo activa” para que pueda absorber su mensaje y su buen gusto estético sin impedimentos y sin falsas opciones.
En “El exilio de Gardel”, Solanas descarga todo su arsenal imaginativo y creador para lograr una “obra maestra”, donde el espectador de cualquier época, pase por varios estamentos del sentimiento: dolor, angustia, añoranza, burla, y transite por escenas oníricas de corte surrealista a otras con cierto aire de realismo mágico y hasta de “Creacionismo” puro, al mejor estilo de Vicente Huidobro.
¡Eso es la creación! Y que muchos tratan de ignorar y denostar.


En “Tangos, el exilio de Gardel”, Fernando Solanas no se contenta con tratar el tema del exilio. Se propone también, brindar al espectador su propia representación de la dictadura argentina (de Videla y compañía) y, en particular,  de sus aspectos más represivos y violentos.
Dentro de ese arsenal imaginativo del que hablaba, Solanas nos muestra y demuestra sus altas cualidades como director: cámaras fijas donde los personajes entra y salen, cámaras móviles o suspendidas en el aire o en lugares inaccesible, travellings laterales de derecha a izquierda, planos medios, planos panorámicos y primeros planos. Todo este bagaje de recursos, hace que la cámara sea un protagonista inexcusable dentro del film y Solanas exprime hasta el límite dichos recursos.
El director, acuña el término “Tanguedia” para definir el género en el que se inscribe su film. Esta especie de “palabra nido” compuesta de fragmentos de las palabras “Tango + comedia + tragedia”, revela claramente el afán del cineasta por salvar las barreras que separan los distintos géneros y crear una forma original que rompa con las estéticas tradicionales.

Gabriela Toscano
La película es del año 1985, pero se estrenó en Buenos Aires el 20 de Marzo de 1986 y la vieron 562.950 espectadores.
Fue realizada en color y en 35mm y es una Coproducción Argentino-Francesa: “Cinesur” – “Tercine” con la participación del Instituto Nacional de Cine (Argentina) y del Ministerio de Cultura (Francia).
Fue rodada en París y en Buenos Aires. La duración es de 118 minutos, el Guion y la Dirección pertenecen a Fernando Solanas.
Para el deleite, es la increíble música de Astor Piazzola.


Marie Laforet
Miguel Ángel Solá
Ana María Pichio


ARGUMENTO: Una serie de relatos sobre el exilio de un grupo de actores argentinos en París, quienes tratan de llevar a cabo una producción musical. Con una extraordinaria banda sonora compuesta por Astor Piazzola, Castiñeira de Dios y el propio Solanas, el film también seduce por medio de sus metáforas coreográficas, su humor absurdo, y las interpretaciones de Marie Laforet, Marina Vlady, Miguel A. Solá y Phillipe Leotard.
Combinando libremente todo tipo de géneros, el film fue aclamado como una obra maestra innovadora, por críticos internacionales.
Vincent Ostria de Cahiers de Cinema, dijo: “TANGOS... es un trabajo polifónico, un ejercicio constante entre lo imaginario y lo mítico”.
Lautaro Murúa
Gerard Lefort de Liberation: “En TANGOS..., París ha sido filmada como un planeta nunca antes visitado”.
El crítico italiano Tulio Kezich escribió: “Solanas ha inventado la Tanguedia: tango más tragedia más comedia..., ciertamente, el musical más hermoso de todos los tiempos”.
“El exilio de Gardel” fue un gran suceso con la audiencia latinoamericana y europea. En Uruguay fue un éxito de taquilla, sobrepasando a Rambo.




INTERPRETES: Marie Laforet, Miguel Ángel Solá, Marina Vlady, Lautaro Murúa, George Wilson, Phillipe Leotard, Gabriela Toscano y Ana María Pichio.
Para la anécdota: El papel que luce Marie Laforet, había sido otorgado en un principio, a la actriz Carmen Maura, pero el primer día de filmación, la actriz española no se presentó. Ante esa disyuntiva, se optó por la excelente intérprete francesa, que había debutado junto a Alain Delon en el drama de René Clément, “A pleno sol”.
Miguel Ángel Solá obtuvo los siguientes premios al “Mejor Actor”, por su participación en la película:
Premio PLATEA DEL CÍRCULO CINEMATOGRÁFICO. Argentina y Premio de la ASOCIACIÓN DE CRÍTICOS DE CINE. Argentina: Nominado. 
Para la actriz uruguaya Gabriela Toscano fue su primer film “de importancia” y que la catapulto como una actriz para tener en cuenta. Tres años después de “El exilio…” filmaría “Sur”, del mismo Solanas.

EQUIPO TECNICO: Fotografía: Felix Monti / Cámaras: Aldo Lobotrico / Montaje: Cesar Dangiolillio / Sonido: Adrien Nataf / Música: Astor Piazzolla/ Canciones: José L. Castiñeira de Dios y F. Solanas.


PREMIOS:
Ganó el Premio Especial del Jurado y de la Crítica Italiana en el Festival de Venecia (1985) y también obtuvo premios como el mejor film en los festivales de Biarritz, La Habana y Haugesund (Noruega).
Premio de la UNICEF.
Premio a la Fotografía y a la Música en La Habana.
Premio "CESAR" (Francia) a la mejor Música;
Festival de Huelva (España): Premio de la Asociación de Escritores de Andalucía al mejor Guion;
Festival del Nuevo Cine Latinoamericano (1985): Gran Premio de la Mejor Película, Mejor Música Original.
Festival Internacional de Cine de Troia (1985), Portugal: Premio de la Asociación de Cines de Arte.
En Argentina, recibió el Premio de la Asociación de Cronistas de Cine a la Mejor Película, Mejor Dirección, Fotografía y Música


(Fuentes: El material propio estuvo enriquecido por: http://www.pinosolanas.com/el_exilio_info.htm
* Google * You Tube)


jueves, 16 de enero de 2014

NAUFRAGIO y TIBURONES



“LA CARGA DE LA MUERTE” (Escribe Miguel Ángel Giordano (Escritoriador, Argentina)

El actor Robert Shaw, en la taquillera y muy bien realizada película “Tiburón” (1975), el clásico de Steven Spielberg, encarna a Quint, un  curioso y traumatizado personaje que es contratado para cazar al peligroso escualo.
En una de las mejores escenas del film, que ocurre en lo que sería el comedor de la pequeña embarcación, Shaw desarrolla uno de los mejores parlamentos o monólogos de la historia del cine, cuando relata, de manera impecable, lo que ocurrió con el hundimiento del USS Indianápolis, el barco de guerra que transportó la bomba que luego fue arrojada sobre Hiroshima.
El dramatismo de la escalofriante narración de Quint, hace más angustioso el hecho ocurrido con la nave y potencia al actor hasta niveles difíciles de superar.
Si bien fue Peter Benchley el autor de la novela y de la primera versión del guion y Carl Gottlieb el guionista oficialmente acreditado, se cuenta que no se sabe exactamente quien escribió tal monólogo, pero muchos aseguran que su creador, fue el propio Robert Shaw. 
Para recrear aún más a esta nota, transcribo textualmente dicho monólogo, como un prólogo para el tema de fondo.
En la escena, se encuentran el comisario del pueblo costero “Amity”, Martin Brody (Roy Scheider) y el biólogo marino Matt Hooper (Richard Dreyfuss).
Luego de mostrarse las cicatrices que dejaron los tiburones en sus cuerpos, Quint relata lo que vivió como tripulante del USS Indianápolis:
“Regresábamos de la isla de Tinyan, de Leyte, donde habíamos entregado la bomba, la que había de ser para Hiroshima, cuando un submarino japonés nos disparó dos torpedos al costado del barco. 1100 hombres fueron a parar al agua, el barco se hundió en 12 minutos.
No vi el primer tiburón hasta media hora después, un tigre de cuatro metros, ¿usted sabe cómo se calcula estando en el agua? Usted dirá mirando desde la dorsal hasta la cola. Nosotros no sabíamos nada. Nuestra misión de la bomba se hizo tan en secreto que ni siquiera se pudo enviar una señal de naufragio (risa irónica). No se nos echó de menos hasta una semana después.
Con las primeras luces del día llegaron los tiburones y nosotros formamos grupos cerrados, algo así como aquellos antiguos cuadros de batalla, igual que la que había visto en una estampa de la de Waterloo. La idea era que cuando el tiburón se acercara a uno de nosotros éste empezara a gritar y a chapotear y a veces el tiburón se iba pero otras veces permanecía allí y otras se quedaba mirándole a uno fijamente a los ojos; una de sus características es sus ojos sin vida, de muñeca, ojos negros y quietos; cuando se acerca a uno se diría que no tiene vida, hasta que le muerde; esos pequeños ojos negros se vuelven blancos y entonces…, ah... entonces se oye un grito tremendo y espantoso, el agua se vuelve de color rojo, y a pesar del chapoteo y del griterío ves como esas fieras se acercan y te van despedazando.
Supe luego que aquel primer amanecer perdimos cien hombres, creo que los tiburones serían un millar que devoraban hombres a un promedio de seis por hora.
El jueves por la mañana me tropecé con un amigo mío, un tal Robinson de Cleveland, jugador de béisbol bastante bueno; creí que estaba dormido, me acerqué para despertarlo..., se balanceaba de un lado a otro igual que si fuera un tentetieso, de pronto se volteó y vi que había sido devorado de la cintura para abajo.
A mediodía del quinto día apareció un avión Lockheed de reconocimiento, nos vio y empezó a volar bajo para identificarnos; era un piloto joven, quizá más joven que el joven Hooper, qué, como digo, nos vio y tres horas después llegó un hidro de la Armada que empezó a recogernos y ¿saben una cosa?, fueron los momentos en que tuve más miedo, esperando que me llegara el turno. Nunca más me pondré el chaleco salvavidas.
De los 1100 hombres que cayeron al agua solo quedamos 316. Al resto los devoraron los tiburones: 29 de julio de 1945.
Pero…, entregamos la bomba”.
En este video, se recrea la escena: http://www.youtube.com/watch?v=Jf0yJWKWLc0

 
El relato de Quint (Robert Shaw) que se aprecia en la película, es apenas una simple aproximación de lo que ocurrió realmente, pues el hecho en sí, está considerado como uno de los mayores ataques masivos de tiburones que se conozcan.
La medianoche del 30 de junio de 1945, el submarino I- 58 al mando del comandante Mochitasura Hashimoto, perteneciente a la Armada Imperial Japonesa, disparó tres torpedos contra el barco perteneciente a la Armada Norteamericana USS Indianapolis que se hundió en doce minutos en el Mar de Filipinas. De las 1196 personas a bordo, unas 300 se hundieron con el buque y las restantes 900 cayeron al mar sin botes salvavidas, sin chaleco ni comida ni agua.
Al amanecer del primer día los tiburones aparecieron. Tan solo unos pocos tiburones tigre (Galeacerdo Cuvier), que fieles a su patrón de comportamiento, comenzaron a rodear a los náufragos quienes se congregaron en grupos unidos, confiando a que esta actitud alejaría a los tiburones.
“Los tiburones nadaban alrededor de los náufragos como si estuvieran escogiendo carne en el mercado”.
A media tarde cientos de escualos infestaban las aguas. Los marineros, cada vez que uno de los tiburones tigre comenzaba el ritual del círculo –el comportamiento común del tiburón tigre en el ataque es reproducir un movimiento circular en torno a la presa y repetir los círculos disminuyendo el diámetro de los mismos para, previamente al ataque, dar un círculo final amplio y finalmente lanzarse hacia la presa-, comenzaban a patalear y a gritar esperando asustar a los tiburones ya que a veces se alejaban con eso. Pero, a veces no se alejaban. 
Al tercer día la situación se complicó aún más.
Además de aumentar el número de tiburones, algunos náufragos comenzaron a tomar agua salada. Esta ingestión produjo en ellos vívidas alucinaciones lo que provocó que decenas de marineros se alejaran de los grupos para ahogarse y ser devorados por los tiburones.
La angustia de no saber si el mordisco de un bicho de más de 3 metros y 180 kilos que se mueve como una centella, va clavarse en tus entrañas”.

A las once de la mañana del cuarto día, un joven piloto -Teniente Wilbur Gwinn- al mando de un bombardero PV-1 Ventura descubrió a los náufragos en forma accidental en un patrullaje habitual en búsqueda de submarinos. Reportó el incidente a su base en Peleiu con el siguiente radiomensaje -¡Muchos hombres en el agua!, dando la posición de los náufragos.
La base envió un PBY (hidroavión) al mando del Teniente Adrian Marks con el fin de investigar la situación, quien en pleno vuelo solicitó al destructor USS Doyle que acudiera al lugar, ante lo cual, su capitán decidió dirigirse hacia allí sin esperar la autorización correspondiente. El teniente Marks, quien arribó horas antes, descubrió una escena patética: por todos lados los náufragos estaban siendo atacados por tiburones y las muertes se daban minuto a minuto.
La tripulación del avión comenzó a arrojar botes salvavidas, pertrechos
y alimentos. Ante esta situación, desobedeciendo expresas órdenes sobre no amerizar, el Teniente Mark descendió en las aguas y comenzó el rescate de los náufragos que estaban separados del grupo los cuales tenían más posibilidades de ser atacados por tiburones. En ese momento -al rescatar a los primeros náufragos- el teniente cobró conocimiento de que los náufragos eran tripulantes del USS Indianapolis y requirió asistencia inmediata, a lo cual respondió el USS Doyle diciendo que estaba en ruta.
Al anochecer, el teniente Mark seguía rescatando náufragos. Una vez llena la capacidad del avión comenzó a atar a los mismos a las alas del aeroplano con cordel de paracaídas mientras seguían esperando el rescate. Mark y su tripulación pudieron salvar a 56 hombres durante esa jornada.

En plena oscuridad llegó el USS Doyle quien comenzó a transportar a los hombres que Mark tenía en su avión hacia el destructor.
Despreciando su propia seguridad el capitán del USS Doyle mandó a encender faros para que los náufragos se guíen hacia el barco y al mismo tiempo para ubicar a los restantes navíos que acudieron al rescate.
Al día siguiente durante la mañana finalizó el mismo. Novecientos hombres cayeron al agua. Tan solo trescientos dieciséis fueron rescatados. 
Llegada de los supervivientes
 
Sobrevivientes del  Indianapolis son llevados a tierra en el Tranquillity, 8-8-1945. Enfermeras y marineros miran y autobuses en el muelle esperan trasladarlos
 
Los sobrevivientes de USS Indianapolis (CA-35) son llevados a tierra desde USS Tranquillity (AH-14) en Guam, 8 de agosto de 1945. Las enfermeras y los marineros están mirando desde la cubierta del buque hospital.
El USS Indianapolis, era un crucero pesado de 9.800 toneladas de clase Portland, construido en Camden, Nueva Jersey (EEUU). Puesto en servicio en noviembre de 1932, operaba en el Atlántico y el Pacífico en tiempos de paz.
A raíz de la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, el Indianapolis se convirtió en el buque insignia de Indianápolis Quinta Flota. Hasta mediados de 1944, tomó parte en las operaciones para capturar las islas Gilbert, Marshall y Marianas, además de ataques contra posiciones japonesas en el Pacífico central. También participó en la invasión de Peleliu, en septiembre de 1944. En febrero y marzo de 1945, se sumó a los ataques sobre Iwo Jima y las islas Ryukyu.
Cuatro días después del hundimiento del Indianápolis, el Bombardero “Enola Gay” arrojaba la primera bomba atómica sobre una población en la historia de la humanidad, la bomba que quizá dejó maldito a aquel barco, al llevarla en sus bodegas.

El capitán del barco, Charles Butler Mc Vay III, sobrevivió y fue juzgado en consejo de guerra y condenado por “arriesgar su barco al no zigzaguear”, a pesar de la abrumadora evidencia de que la propia Marina había colocado la nave en peligro.
Mc Vay fue el único capitán juzgado en una corte marcial. Años después, se sumaron evidencias de que Mc Vay había sido un chivo expiatorio de los errores de otros.
En octubre de 2000, después de años de esfuerzo por parte de los sobrevivientes y sus partidarios, se aprobó una ley en Washington y firmada por el presidente Clinton. En donde expresa el sentir del Congreso, entre otras cosas, que el historial del capitán Mc Vay debe reflejar que es exonerado por la pérdida del Indianápolis y por la muerte de sus tripulantes que estaban perdidos.

El capitán del  Indianapolis Charles B. McVay habla con Corresponsales de Guerra sobre el hundimiento de su nave. Fotografiado en Guam agosto-1945, tras el rescate de sobrevivientes

En 2001 el Secretario de la Armada Gordon England exoneró a Mc Vay ante la avalancha de pruebas que los años habían acumulado sobre su correcto mando. Tristemente este ‘perdón’ llegó 30 años tarde para el capitán, que una fría mañana de otoño de 1968 salió al porche de su casa en Connecticut con el revolver de reglamento de la marina para acabar con su vida y con los recuerdos que, como a Quint, seguían atormentándole. Fue la última víctima del USS Indianápolis.

“El USS Indianápolis en el cine”:
*Mario Van Peebles (New Jack City) dirigirá USS Indianapolis: Men of Courage, un film basado en la historia real de la embarcación citada por Robert Shaw (Quint) en su famoso monólogo de “Tiburón”, de Steven Spielberg. Los poco conocidos Cam Cannon y Richard Rionda Del Castro serán los encargados del guion de esta cinta, producida por Hannibal Pictures. Hace tiempo, otros directores, como M. Night Shyamalan habían barajado llevar esta historia a la gran pantalla.
*El actor estadounidense Robert Downey Jr., producirá junto a su esposa Susan Downey, una película que contará el trágico incidente sucedido en julio de 1945, cuando el USS Indianapolis, fue hundido por torpedos japoneses, dejando a la tripulación en aguas infestadas de tiburones.
El nefasto suceso, será contado en la película, por Hunter Scott, un niño de 11 años, que en 1996 exoneró en una corte marcial al capitán Charles Mc Vay, del USS, el cual se suicidó y la marina estadounidense lo quitó de sus records por este acontecimiento.
El drama contará la crónica de los 316 sobrevivientes, de los 1,196 tripulantes que iban a bordo del barco de guerra.
No es la primera vez que se hace una película sobre esta historia, pues en 2005 J.J Abrams, escribió el guion pero nunca la terminó, se espera que Robert Downey Jr. sepa como producir esta asombrosa tragedia.

(El material propio estuvo enriquecido por http://www.lareserva.com/home/1944_ataque_masivo_tiburones_hundimiento_uss_indianapolis *http://www.history.navy.mil/photos/sh-usn/usnsh-i/ca35.htm * http://www.jotdown.es/2011/11/en-las-fauces-del-destino-la-odisea-del-uss-indianapolis/ *http://forocatolico.wordpress.com/2011/08/14/planificado-sacrificio-del-buque-que-transporto-las-bombas-nucleares-paralelismo-con-el-11-s-3%C2%AA-parte/ )